El autor plantea
que nos es preocupación de la ciencia histórica la duración cronológica de
ciertos hechos, si no que la preocupación de la historia debiera ser el
desarrollo de los acontecimientos dentro
de un contexto determinado en función de cambios en las sociedades. El autor
expresa que el tiempo en la historia no
es fijo, si no que es una construcción del historiador para explicar un
contexto dentro de una sociedad. El tiempo es un continuo y al mismo tiempo es
un cambio. Estas propuestas se pueden relacionar con la didáctica de la
historia, pudiendo aplicar actividades de construcción de cronologías que
respondan a inquietudes de cada estudiante, evidenciando que el tiempo
cronológico y las divisiones clásicas de la historia tradicional no es algo
fijo ni una verdad absoluta, si no que es el historiador el que debe dar un
orden al tiempo según lo que se estudia. Para lograr aquello los alumnos pueden
confeccionar sus propias líneas de tiempo y cronologías de determinados
acontecimientos y procesos.
A su vez la causalidad no debe entenderse, según el autor, como el
principio de un hecho, ya que a aquel principio lo influyen una serie de
factores que si bien son la causa de algo también son la consecuencia de lo
otro. Por lo tanto la causalidad pasa a ser una multicausalidad, donde las
causas pueden ser causas en un momento y pueden ser consecuencias en otro
contexto. Esto es extrapolable a la didáctica mediante la representación multicausal de un hecho histórico en un
contexto ampliado, es decir no estudiando el hecho aislado en el tiempo, si no
que inmerso en un contexto visto como proceso histórico, dando cuenta de
elementos de cambio y continuidad.
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